Lavar el pollo es considerada una mala práctica que aumenta el riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria. El pollo contiene la bacteria Campylobacter y aunque esta muere tras hervirlo o freírlo, si el pollo se lava antes la bacteria se puede esparcir a otros alimentos ya cocinados o utensilios de cocina por el salpicar del agua o a través de las manos.
Dicha bacteria puede invadir el tejido epitelial del intestino y debido a su movilidad, puede alcanzar y reproducirse en el interior y generar un desbalance iónico, es decir, cuadros de diarrea que favorecen su dispersión y puede causar diarrea, dolor abdominal, fiebre, náuseas y vómito.
La bacteria Campylobacter puede ser un detonante para desarrollar el síndrome de Guillain Barré, una afección del sistema nervioso que disminuye la calidad de vida.
Para eliminar las bacterias presentes en el pollo crudo, se debe cocinar a una temperatura de 74°C, la cual puede medirse con un termómetro para alimentos; además de que se recomienda verificar la fecha de caducidad y refrigerarla adecuadamente cuando se adquiera.
En caso de ser necesario lavar el pollo crudo se deberá alejar todo objeto de la cocina y evitar en toda medida que las gotas de agua salpiquen y después de hacerlo, lavar las manos con agua y jabón de manera correcta.