OAXACA.Oax.- En el Cerro del Fortín, donde el asfalto corta el monte y el aire se mezcla con el sentimiento de la Guelaguetza y el olor a tierra mojada, un joven de 15 años sueña con el vértigo de las pistas a toda velocidad. Luis Fernando Suárez Palancares, “Fercho” como le dicen de cariño, se ajusta el casco con determinación. Sabe que en el automovilismo, como en la vida, las curvas no solo están en el asfalto: también se trazan en los sueños que exigen coraje para no desviarse.
El sueño del joven oaxaqueño para convertirse en piloto de coches nació de madrugada, entre cafés con leche y transmisiones de la Fórmula 1. En la pandemia, con las pistas cerradas y la vida en pausa, encontró en un volante de videojuegos el impulso inicial. No era un juego: era un simulacro de lo que quería vivir.
A los 15 años, sus padres le obsequiaron su primer kart. Y lo bautizó con sudor y tierra en el kartódromo Cinco Caminos de Puebla, el más cercano a su natal Oaxaca, que carece de instalaciones para esta disciplina. Ahí lo acogió Asael Solís, su primer entrenador, quien vio en él más que ganas: vio instinto.
Empezó con un chasis Swiss Hutless, luego cambió a un Mac Minarelli y finalmente se midió en Reto Telmex con un Red Speed. Fercho viajó muchas veces solo, en camiones, durmiendo poco y soñando mucho. Ganó su primera carrera arrancando en octavo lugar, una exhibición en Puebla que lo hizo llorar de emoción. “Es una sensación que no cabe en el cuerpo”, cuenta.
El dolor físico, la incertidumbre financiera y la distancia con su tierra no han sido freno. Oaxaca está en cada arrancada. Está en su acento, en la solidaridad de quienes le donan boletos o espacio para su kart.
Este año busca consolidarse en el Reto Telmex y sumar fechas en Fórmula Karts y SKUSA. También comenzó su preparación en KZ, una categoría con caja de cambios, como antesala para probarse en Fórmula 4 entre 2026 y 2027.
Desde el sur de México, donde no hay pistas pero sobra coraje, un adolescente compite por un lugar en el mundo profesional del automovilismo. Y aunque todavía le falta camino, ya ha aprendido la lección más importante: en la pista, como en la vida, hay que acelerar incluso cuando el panorama es incierto. Porque soñar, para él, no es una opción. Es el punto de partida.