En Milán, las iglesias se encuentran vacías mientras los feligreses siguen la misa por televisión. A cinco meses de que inicie la peregrinación más sagrada del Islam, no está claro si Arabia Saudita reabrirá los lugares sagrados a millones de musulmanes de todo el planeta. Los creyentes aptos deben realizar el Hajj de 10 días, programado para finales de julio y agosto, una vez en sus vidas. Se han suspendido las visas para la Umrah, una peregrinación más corta que se puede hacer durante todo el año.
La religión pide a las personas no solo que se reúnan, sino que a menudo toquen y compartan comida. Ahora se están interrumpiendo los ritos y tradiciones cotidianos. Algunas sinagogas en Estados Unidos han desalentado los besos y los abrazos: una en Nueva Jersey sugiere una leve reverencia o un gesto amistoso al decir “Shabat shalom”. En Hong Kong, algunas iglesias se llevaron los himnarios para minimizar el contacto con superficies posiblemente contaminadas. Otros dejaron de cantar, para limitar la expulsión de gotas de saliva. Algunas diócesis católicas en Estados Unidos le dijeron a las parroquias que suspendieran la oferta de vino para la comunión.
Un grupo religioso en Corea del Sur estaba vinculado a un aumento en los casos de coronavirus en ese país. Algunas iglesias también fueron identificadas como grupos de infección en Singapur, donde muchas congregaciones ahora han trasladado sus actividades en línea. Los empleados se conectan a Internet para cumplir con la pastoral y las tareas administrativas. Los estudios bíblicos, los sermones y algunas reuniones grupales se han trasladado a plataformas como Zoom, Google Hangouts y Facebook Live. A los empleados del templo hindú Akshardham, en Nueva Delhi, se les ha pedido que se laven las manos de seis a ocho veces al día. El templo recibe hasta 10 mil visitantes diarios.
Juliana Lee, cuyo esposo y dos hijos pequeños asisten regularmente a la Iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Hong Kong, relata que la suspensión de las clases dominicales para niños y misas son medidas prudentes. “Estás empacado como sardina en una iglesia”, dice.
“Estás sentado y arrodillado, tomado de la mano, subiendo para tomar la comunión y sumergiéndola en vino. En este momento no se siente cómodo estar en un espacio cerrado con muchos fieles”. Sus hijos están haciendo lecciones bíblicas que les son enviadas por correo electrónico, y la familia planea atender a las misas desde la red.
Las religiones tienen más experiencia que cualquier otra institución en el mundo para hacer frente a las epidemias y sobrevivir a ellas. Pero el costo económico que limita la propagación del coronavirus en los lugares de culto y devoción es significativo. Las peregrinaciones de Hajj y Umrah contribuyen con un estimado de 12 mil millones de dólares al año, o 7 por ciento, al producto interno bruto de Arabia Saudita. En Hong Kong, una iglesia en un distrito popular entre los extranjeros se encuentra en una situación desesperada. La Iglesia de Santa Ana ha visto una disminución en los asistentes, algunos de los cuales se mudaron después de que la ciudad se vio afectada por meses de protestas. Eso, más los servicios suspendidos, ha causado una fuerte caída en los ingresos de las donaciones en la misa, afirma el párroco Paulus Waris Santoso. “Si no hacemos nada, colapsaremos”, advierte.
La Iglesia Comunitaria de Hong Kong ha visto caer la asistencia en más de la mitad, estima su pastor, Steve Gaultney. La mayoría de las donaciones se realizan en forma de pagos electrónicos y la iglesia está trabajando para expandir esas opciones y utilizar la tecnología para mantener a las personas conectadas. “Todas las iglesias se verán afectadas por el coronavirus”, afirma Gaultney.
Faris Mokhtar con Kari Lindberg, K. Oanh Ha, Daniele Lepido, Natnicha Chuwiruch, Ragini Saxena, Vivian Nereim y Felice Maranz